jueves, 24 de mayo de 2018

ELEMENTAL MI QUERIDO IGNATIUS


Creo que más de una vez he cantado a los cuatro vientos mi casi irracional, infantil, incondicional e icónico amor por el detective Sherlock Holmes.
Sir Arthur Ignatius Conan Doyle (sí, Ignatius) nació un 22 de mayo de hace 159 años. Con tal excusa, como si necesitáramos una excusa, hoy me dispongo a parlotear un poco sobre él.
Creo que me hubiera llevado bien con ese señor. Aunque era médico e intentó encaminar su vida profesional en este campo, según él la falta de pacientes que entraban en su consulta le daba el tiempo necesario para dedicarse a escribir.
Entre algunas curiosidades: le dio clases de golf a Ruyard Kipling; fue uno de los primeros aficionados al esquí que practicó en Davos donde fue a vivir para intentar mejorar la salud de su primera esposa Louise; su vida espiritual era compleja como debe ser, no os fieis nunca de alguien que siempre esté seguro de estos temas; aunque fue criado con cierta religiosidad, la abandonó para volver a ella después de la muerte de Louise y coqueteó con los temas parapsicológicos llegando a ser socio del “The Ghost Club” donde se codeaba con Houdini, otro de mis iconos. Sé que cuando hablo de espiritistas y parapsicología os vienen a la cabeza los programas de madrugada del tarot, pero nada más lejos. The Ghost Club era una asociación nacida en Cambridge, algunos de sus miembros conocidos fueron escritores y poetas como Charles Dickens y W.B. Yeats y otros fueron hombres de ciencia como  Charles Babbage o William Crookes.
Pero volvamos a Conan Doyle, quien fue el padre de la “criatura” más famosa de la literatura policíaca con permiso de Miss Marple y Hercule Poirot. La primera historia donde apareció Sherlock fue “Estudio en Escarlata” el año 1887. Y allí empiezan a compartir el piso 221B de Baker St. nuestro Holmes y el Dr. Watson, siempre bajo los atentos o no tan atentos cuidados de la Sra. Hudson que era su casera. Se comenta que hubo un predecesor del famoso detective que fue creado por Edgar Allan Poe y que se llamaba Auguste Dupin, aunque no llegó a tener la fama de Sherlock, sí que compartía ciertas habilidades con él. Conan Doyle sin embargo, afirma haberse inspirado en un profesor que conoció mientras estudiaba medicina, precursor de la ciencia forense, mente lógica y analítica y poeta aficionado, llamado Joseph Bell. Curiosamente los creadores de la serie “House M.D.” también dicen haberse inspirado en él para la creación de su personaje. Aunque yo siempre pensé que era un homenaje a Sherlock.
Conocí a Holmes siendo adolescente y cuando lo leía siempre pensaba que en realidad el detective era un “alter ego” del escritor; y me pasaba lo mismo con Pepe Carvalho y Manuel Vazquez Montalban.
Hay que reconocer que había muchas trampas en las historias de Sherlock Holmes, las pistas eran casi siempre visibles sólo para el detective dejándonos a los lectores como simples admiradores de su inteligencia y observación y sin poder participar en la adivinación de quién era el asesino. Sin embargo si algo es capaz de seducir es la inteligenci, así que mi corazón estaba a veces dividido entre Sherlock y su eterno enemigo Moriarty.
La relación amor odio que tenía Doyle con Holmes llegó a tal punto que una vez lo dejó morir junto a su archienemigo en las cataratas de Reichenbach, la gente en Londres llevaba crespones negros en señal de duelo, la familia real británica expresó su consternación y Doyle que en principio se negaba a revivir a su hijo literario, decidió  resucitarlo en la siguiente novela, al fin y al cabo había que comer.
No voy a hablar hoy de las adaptaciones cinematográficas y televisivas, que las hay, buenas y algunas insultantemente malas. Hoy me quedo con el aroma de los libros de papel. Dato curioso (para mí) nunca he leído una historia de Sherlock Holmes en mi ebook.
Voy a dejaros con alguna de las brillantes frases del detective de los libros. Entre las cuales no está “Elemental Querido Watson”, eso es cosa de las adaptaciones. A ver si os tiento y os animáis a leer alguna.

“No hay nada más engañoso que un hecho evidente”
“Usted ve, pero no observa”
“Nunca supongo. Es un mal hábito, destructivo para la facultad lógica”
"Me horroriza la aburrida rutina de la existencia. Tengo ansias de exaltación mental"
“Me llamo Sherlock Holmes y mi trabajo consiste en saber lo que otros no saben”

Os dejo hasta pronto y aunque este post tenga sabor de taza de té y niebla tras la ventana, yo tengo ganas de verano y buen tiempo, así que os regalo el verano que nos describió Vivaldi que eso siempre alegra el alma. Sed felices.



lunes, 14 de mayo de 2018

EJERCICIO PRÁCTICO DE ESCRITURA


Hace días que tengo a las musas de morros porque no les hago demasiado caso. Y no se me ocurren temas para escribir. Así que propongo un juego. Coge el libro que tengas a tu lado o el que tengas más a mano. Abre una página al azar y lee la frase. Escribe sobre eso.  Si no quieres escribir, habla sobre lo que has leído. Sin trampas.
“Con Himmler no era necesario mantener conversación: siempre era él quien hablaba.”
El libro es “La cocinera de Himmler” y a pesar de su buena crítica, lleva un tiempo cogiendo polvo en mi mesilla de noche. No digo que sea malo, es sólo que a veces, hay momentos adecuados para leer libros y yo no encuentro el momento para leer este.
Parece que a Himmler le gustaba escucharse. A mí me encanta escuchar. Y guardar cada detalle de las conversaciones que mantengo para ir catalogando a la gente. En mi cabeza hay un extenso bloc donde voy apuntando cosas de mi interlocutor, como por ejemplo, ha utilizado palabras que me halagan gratuitamente y no nos conocemos tanto. Desvía la mirada cuando habla de su novio. Ha levantado un poco la ceja izquierda cuando nos han presentado, desconfía de mí. O bien, ha abierto mucho los ojos, quiere caerme bien. Dice que es el mejor en muchas cosas. Es una persona insegura. Sólo habla de su familia. Cuando le he preguntado cómo está me ha respondido con una conferencia de lo bien que le van las cosas, aunque no me ha preguntado cómo estoy yo. Ha alabado mi blog la segunda vez que hemos hablado, alguien le ha aconsejado que lo haga para caerme bien. O simplemente, me ignora, parece que me escucha pero en el fondo está pensando en otra cosa. Me corta a mitad de una frase, no me pregunta nada, da por supuesto cosas, juzga el precio de mis zapatos…
Siempre he creído que la gente es muy sincera, lo que pasa es que no sabemos leer lo que nos cuentan. No estamos acostumbrados a prestar atención a las palabras que nos dicen, a los gestos que hacen, hacia donde va su mirada al hablar de según qué temas. Es por eso que a veces la gente nos engaña. Pero la verdad es que nos dejamos engañar. Es nuestra culpa.
Todo eso viene porque  acabo de leer que Himmler hablaba mucho de sí mismo. Creo que la gente que habla mucho de sí misma, es gente fácil de manejar. Pero resultan también los más peligrosos. No suelen tener demasiada empatía, son poco tolerantes y acostumbran a ser un poco excesivos: o conmigo o contra mí. Este señor, aprobó un decreto según el cual en 1937 se podía encarcelar a cualquiera que se considerara enemigo de la sociedad. De “su” sociedad. No sé de qué me suena. Es como si ahora haces un tweet en contra de los “innombrables”. Pues me estoy dando cuenta que estamos a un paso de una sociedad muy, muy limitada y de vivir en el universo de Harry Potter.
Pero no nos desviemos. Al leer la frase había pensado escribir algo sobre la naturaleza humana. Sobre cómo nos presentamos ante los demás. Pero como siempre me he perdido por el camino.
Me he dado cuenta que sólo he destacado las cosas negativas que veo en los demás. Cualquier psicólogo diría que estoy a la defensiva. Yo lo llamo instinto de supervivencia.
Pero no voy a hablar de Himmler ni de su cocinera, quien me parece mucho más interesante y voy a hablar de los detalles positivos que veo en mis conversaciones y relaciones con la gente.
Olvidarse del reloj, poner el móvil modo avión (sólo lo hago con contadas personas o cuando tengo poca batería, lo siento). Relajarte tanto que ni te das cuenta que se ha hecho de noche. Comentar cosas sobre cine, sobre canciones o sobre momentos. Empezar hablando del tiempo y acabar descubriendo tesoros templarios o descifrando códigos extraterrestres, lo que quiero decir es que adoro esas conversaciones que son como un viaje sin destino, sabes cómo empiezan y nunca donde terminan. Es ahí, donde me suavizo y se me olvida catalogar a la gente. Donde no me importa la hora, donde me salto la hora de cenar y donde me da pena despedirme. Imagino que las conversaciones son ese paraíso al alcance de todos, pero que pocos ven. Se está perdiendo el arte de la conversación. Porque en el fondo hablamos demasiado de nosotros mismos.
Me ha encantado este ejercicio de escritura. Me ha encantado perderme por el camino. Y no llegar a ninguna parte, eso sí, disfrutando del paisaje. Espero que a vosotros también.
Os dejo con una canción que me gusta. Frank y Ella dicen que “La chica es una zorra”. Gran versión.
Hasta la próxima semana. Sed felices.



miércoles, 2 de mayo de 2018

DE NOSTALGIAS FALSAS Y DISTOPÍAS REALES.


Acabo de leer que las cabinas telefónicas ya no son obligatorias en las ciudades. Y que corren el riesgo de desaparecer. Y me ha afectado un poco. Aunque no recuerdo la última vez que hablé por un teléfono público y la verdad es que hace siglos que no veo ninguna en la calle, han venido a mi mente un montón de recuerdos.
El primero, cuando fui una “au pair” en Dublín y al salir a pasear llamaba a casa a cobro revertido para oír una voz conocida. Una llamada de cuando mi hermana estaba frente al Duomo de Milán y se acordó de mí porque yo le recitaba el tema cuando estudiaba para la selectividad. Ese gesto involuntario de mirar si había sobrado alguna moneda aunque la llamada ya se había cortado porque el dinero había terminado. He recordado lo que me costó ver una cabina roja típica en Londres, fue el segundo día creo y estaba cerca del Big Ben. Y por supuesto he recordado la cabina con nombre propio, más grande por dentro, azul, nave espacial y máquina del tiempo del “Doctor Who”.
Los tiempos cambian y nosotros con ellos. Y me doy cuenta de lo mayor que soy por la de cambios que he vivido en mi vida. Ahora me parece imposible salir a la calle sin mi móvil. Me parece imposible no entrar en Facebook o ver las fotos de Instagram y descubrir que hacen mis amigos.
E imagino que me encuentro con mi yo de pequeña y le digo, vas a ver cosas increíbles buenas y malas, aprende de todas y no dejes de maravillarte. Porque cuando yo miraba la tele en blanco y negro, lo más parecido a un móvil era el zapatófono del “Agente 86” o los guantes del “Inspector Gadget”.
Casi todo lo que antes era ciencia ficción ahora es realidad. Es más, muchas veces supera la realidad. Y todos nos vamos adaptando a estos cambios casi sin darnos cuenta. Creo que la esperanza de vida ahora es más larga, ya no por la buena alimentación y la mejora de la calidad de vida que tenemos, sino porque en el fondo todos estos avances nos obligan a estar alerta, a no dejar de aprender. Y mientras mantengamos las ganas de aprender seremos eternamente jóvenes.
“Jóvenes” con ataques de nostalgia, como yo al leer que las cabinas de teléfono desaparecerían.
Pero se nos pasará enseguida, es un sentimiento un poco falso ya que no querríamos volver atrás y porque inventarán nuevas cosas que nos dejarán entusiasmados y que aceptaremos como cotidianas al poco tiempo. Aunque eso también sea un arma de doble filo. Quizá sería necesario recordar que no siempre todo ha sido así de “fácil”. Y no dejarnos embriagar por las luces fluorescentes de la pantalla. Porque no todos los cambios son buenos. Y también nos acostumbraremos a estas situaciones sin  protestar demasiado, en nombre de la modernidad.
De hecho en China han decidido tomar ejemplo de la terrorífica serie “Black mirror” y poner un sistema de puntuación al ciudadano. Dando beneficios a los mejor puntuados y sancionando a los que tengan las puntuaciones más bajas. Así, se pretende, dice el gobierno chino, animar al ciudadano a un comportamiento más cívico. Los mejor puntuados podrán alquilar bicis sin dejar depósito, acceder a colas prioritarias en hospitales o Bancos… los peor puntuados no podrán acceder a cama en un tren nocturno, perderán el derecho a la seguridad social, no serán considerados para ningún cargo público o alto puesto en los sectores de alimentación y medicamentos y sus hijos no podrán acceder a las escuelas más caras.
¿No os recuerda mucho al primer episodio de la tercera temporada de la serie?
Aunque este tema se encuentra en fase de desarrollo se prevé que hacia el 2020 sea obligatorio para todos los ciudadanos.
A mí me ha parecido absolutamente terrorífico. Es como el principio de una distopía. Una distopía penosamente real.
Pero hoy es hoy y estoy decidida a centrarme en lo bueno. Y lo bueno es que brilla el sol y que como no tenemos ninguna idea de lo que pasará mañana, lo mejor será imaginar lo maravilloso y pensar que puede hacerse realidad. Os dejo con una canción que ha sacado el siempre optimista Jason Mraz ahora que llega el buen tiempo para que la cantemos a gritos mientras viajamos en coche y que quiere que seamos felices y lo tengamos todo. Así que esta vez Jason y yo os deseamos lo mismo. Sed felices.




EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...