lunes, 27 de marzo de 2017

Destino, sincronicidad y otros dioses paganos


Imagino que todos hemos oído esa afirmación de “esto pasó porque estaba escrito”, dando al destino una especie de superpoder y librándonos de la responsabilidad de nuestras acciones. De pequeña, iba a un colegio católico, que ya es raro, con lo ateos que son mis padres. Y la excusa a todo lo malo que pasaba en el mundo era “Dios nos pone a prueba”. Que yo pensaba: ya tiene mala leche el Dios que nos ha tocado, porque eso de ir con huchas y dar pegatinas del Domund para acabar con el hambre de África, no me cuadraba mucho, ya que el todopoderoso, podía haber acabado con el hambre a base de hacer llover maná del cielo, que ya había habido algún precedente documentado. Vas creciendo, y te queda ahí en un rincón del subconsciente eso de que Dios tiene un plan para ti. Pero con el tiempo, aprendes a descreer y le montas a tu subconsciente una fiesta con música disco para que baile y no moleste demasiado.
Pero un día, cuando ya eres casi tan atea como tus padres, conoces a Carl Jung y aprendes el término Sincronicidad. Que es una coincidencia de sucesos relacionados entre sí de una forma no causal. O sea, que en principio no tienen porqué responder a la causa-efecto. Como Jung me fascinó mucho más que la Hermana María de 3º de E.G.B, me volvió el gusanillo de la curiosidad. Un ejemplo de sincronicidad: el actor Anthony Hopkins. Cuando éste fue contratado para actuar en la película “La mujer de Petrovka”, no consiguió encontrar en ninguna librería londinense la novela de George Feifer en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a tomar el Metro para regresar a su casa. Estaba sentado en la estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte que ni siquiera reparó en las anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos años más tarde su sorpresa fue aún mayor. Al conocer al autor durante el rodaje del filme, éste le dijo que había perdido su ejemplar anotado. Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins había encontrado en la estación olvidado sobre un banco.

Y ya sin citar a Jung, ayer por la noche tuve un intensísimo debate sobre si la casualidad existía o no. Hablamos de todo y no clarificamos nada, como deben ser los buenos debates. Pero planteamos cuestiones tan interesantes como “¿El destino existe?”. Yo voto que no. Por cuestión logística más que nada. ¿Te imaginas a un ente superior, llámalo Dios, llámalo X, todo el día en un escritorio planeando nuestras vidas como si fuéramos habitantes de “Second Life”? Pues viendo los tachones, notas desperdigadas y el caos que reina en mi agenda, eso sí sería un superpoder. Con permiso de las Moiras griegas, que van hilando nuestra vida, y eso, tiene su encanto. Segunda cuestión. “Casualidad vs causalidad”. ¿Hay una fuerza por la que algo me empuja a coger el camino de la izquierda, por donde hay un agujero en el suelo, el único día del año que llevo tacón y me tuerzo el tobillo? Pues muy mala leche veo yo ahí. Pero a la vez, debo confesar que cuando cogí el camino de la izquierda fue para evitar a una persona que me caía mal, y ahí entra en escena el karma. Toma ya. No os esperabais ese giro de guión ¿verdad?. Otro día hablaremos de él y de los otros dioses paganos que rondan por mi cabeza. Un día tenemos que hablar de estas cosas cara a cara. Bueno, os dejo con la canción que sonaba ahora mismo en mi portátil, como hago siempre. Sed libres, confusos y sobre todo sed felices.


1 comentario:

  1. Muy interesante en general. En particular, vaya con el tema ese de la sincrónicidad. Cuesta pensar que no haya una mano poderosa detrás del curiosísimo caso del libro hallado por Hopkins. En cuanto al final de la entrada, si hay algo que sí soy es ... confuso.

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