lunes, 19 de septiembre de 2016

"Café Society". Pues oye, que no.

Hay personas a quien mi total adoración ha convertido en dioses. Esa manía mía tan pagana, me ha acarreado más de un disgusto. Quitar la humanidad del mito y convertirlo en objeto de devoción hace que viva una fantasía absoluta y fabricada a mi medida. Uno de esos dioses paganos para mí es Woody Allen. Lo sigo desde que una vez en la biblioteca, cayó en mis manos un ejemplar del guión de “Manhattan”. Le siguieron los guiones de “Annie Hall”, “Delitos y Faltas” y “Hannah y sus hermanas”. La primera película que vi de él, fue en “la 2” y era una de esas de las que ya me sabía el diálogo de memoria. Bueno, y la música, porque si podía iba a la fonoteca, (no sé si eso aún existe) y cogía los discos (sí, en vinilo), de Gershwin y Cole Porter. Aunque no siempre estaban disponibles. Y es que en mi casa el vídeo llegó cuando ya había fracasado el Beta.
Lo que quiero decir, es que seguía sus películas religiosamente. Y me encantaban casi todas. Escuchar los diálogos, me hacía sentir inteligente. O reír. O empatizar con los personajes. Con el tiempo, Woody Allen ha hecho alguna obra que no me ha convencido. Pero cuando mucha gente coincidió en decirme que “Café Society” era lo mejor que había visto del director, se me pusieron los pelos de punta. ¿Se había superado mi mito a sí mismo? ¿Qué historia era esa a la que muchos de mis conocidos, habían caído rendidos a su encanto?
También pensé en el perfil de mis amigos. A ver, si esta persona me lo ha aconsejado, pero resulta que no coincidimos en ninguna otra película…¿Puede ser que Woody haya hecho una película mala?
Bueno, pues fui a verla.
La música, muy buena. Los actores y actrices muy bien. Menos Kristen Stewart, que debe ser pariente de la directora de casting. Porque a parte de la falta absoluta de química entre ella y el resto del reparto, la chica tiene la habilidad de no mover ni una ceja en toda la película.
La historia. Pues yo creo que si te sientas un domingo por la tarde y ves una peli de esas alemanas que pasan los fines de semana, y igual la has visto y todo. Pero lo peor es que estuve una hora esperando que pasara algo que justificara la falta de acción. Pensaba, ya, ahora tenemos un giro de guión. Y no, el giro no llegó. Para mí, la mejor escena de la película, la protagonizan los padres, en la habitación hablando sobre la muerte. Sí, eso fue Woody Allen, haciendo cine. El resto, no.
Cuando llegué a casa, busqué las críticas, profesionales y de usuarios. Y resulta que casi todas dicen lo contrario que yo. Obra maestra, Kristen Steward va a por el Oscar, sutil y preciosa.
Lo siento. No estoy de acuerdo. Aburrido no es sinónimo de sutil. Le falta sustancia. Aunque hay algún diálogo bueno, le falta la agudeza y la gracia que suelen caracterizar sus películas. Y los que le encuentran referencias al “Apartamento” de Billy Wilder, creo que no han visto la misma película que yo. Vale que la chica se tira al jefe y el empleado está enamorado, pero hay una evidente falta de ritmo, algo de lo que no se puede acusar a Billy Wilder. ¡Por dios, si hasta bostecé! ¡Yo!
Viendo que nunca podré dedicarme a la crítica cinematogràfica profesional, me dedico a criticar así, a pelo, en mi blog. Quien no esté de acuerdo conmigo, que me lo cuente. Sí, por favor, ¡me encanta discutir!
Me despido esperando que Woody Allen esté escribiendo otro guión, porque es lo que tiene el amor, que siempre da segundas oportunidades.
Y os dejo con un ejemplo de agudeza mental de eso que eché en falta.

Sed felices.



lunes, 12 de septiembre de 2016

La ruta de la felicidad.

He vuelto hace cinco metafóricos minutos de un viaje en forma de “roadtrip” con mi hermana. He visto cosas preciosas, como la luz anaranjada del atardecer reflejada en la catedral de Burgos.
El banco más bonito del mundo mientras amanecía. El Capricho de Gaudí, esa casa que el pobre Máximo Díaz de Quijano sólo pudo disfrutar una semana antes de morir. El museo de Altamira, con su “neocueva”, esa copia de la original muy bien explicada y que me planteó algunas dudas que han hecho mi existencia más interesante. Porque al fin y al cabo, ¿qué es de nuestra vida si no dudamos?
También he visitado el Guggenheim, donde me emocioné delante de algunos cuadros y me dejaron fría otros. Lo siento, Tapies sigue sin transmitirme nada. Destacable la videopresentación “Suspiro” de Sam Taylor-Johnson, que me puso la piel de gallina y casi me hizo soltar una lagrimilla de absoluta felicidad. Por cierto, también visité el museo de la Inquisición de Santillana del Mar y salí un poco mareada. Por la bestialidad de los humanos. Creo que esa es la confirmación de que el hombre lleva la crueldad muy dentro.
Y pensando mucho en todo lo vivido durante el viaje, voy a atarlo con una conversación que tuve antes de salir. En una mesa animada por cañas fresquitas, estuvimos hablando sobre qué es la felicidad. Pues, para mí, la felicidad son momentos, puede que recuerdos, porque a veces la felicidad viene en formato de pasado. Mi felicidad estos días ha sido la experiencia. La conexión con los humanos en forma de obra de arte. Andy Warhol no pudo nunca imaginar al pintar su obra “Sombras” que me dejaría sin habla. Gaudí, no sabrá jamás que sus ventanas “musicales” me harían sonreír. El señor que pintó un bisonte en Altamira, quien fuera que escribiera el manuscrito Voynich, y el inventor de la cerveza, nunca podrán saber que me han proporcionado algunos de mis mejores momentos.
Por cierto, a destacar las tertulias nocturnas de este verano, donde he pasado alguno de los ratos más interesantes y divertidos. Y es que los momentos vienen así, y se quedan contigo en el frío invierno para calentar el ánimo cuando éste decae.

Os dejo, que se hace tarde. Sed felices, si sabéis cómo. Os dejo con un grupo que aunque suene melancólico a mí siempre me hace feliz. Marlango.


EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...