viernes, 21 de agosto de 2015

El poder oculto de las palabras.

Los viernes son comparables al junio de los días de la semana. Te ponen como de buen rollo. Piensas en todos los planes para ese tiempo libre que tienes por delante.  Te visualizas haciendo cosas de anuncio de cerveza, o de anuncio de Decathlon. Y acabas sentada en el sofá,  viendo una comedia romántica y con una bolsa familiar de patatas. No es mi caso. Yo prefiero las bolsas familiares de ganchitos.  Y las pelis de Marvel.  Soy así de maja y "cool".
Decir viernes, es una fórmula mágica que te sube el ánimo. Hay frases y palabras que tienen ese poder de cambiarte. Para bién, como "Tomamos un café", "2x1", "Mojito", "¿Has adelgazado?", "Te he echado de menos" y "Estreno de la nueva de Woody Allen próximamente".
Para mal, como "Error de red", "No tengo tiempo" "Mañana es lunes", "El blanco engorda ¿no?", "Ropa de nueva temporada" (sin descuento).
Si las palabras tienen ese inmenso potencial,
¿Por qué las utilizamos tan poco? ¿Por qué las maltratamos, mutilamos, y lo peor, las silenciamos?
Hace poco leí que los dioses olvidados pierden su poder y mueren. Creo que pasa lo mismo con las cosas  a las que no les das el valor que merecen.
Hoy voy a hablar de mis palabras preferidas.
"Petricor" el olor después de la lluvia en un territorio seco. Decidla, cerrad los ojos y sentidla. ¿No la oléis?
"Lemniscata" el símbolo del infinito. Sí, ese ocho cansado y tumbado por el peso de su significado.
"Aurora" esa luz sonrosada que aparece justo antes de la salida del sol. Para mí, es un momento que pertenece a la nada, una transición, un portal del tiempo que nos traslada de ayer a  hoy, de la oscuridad a la luz.
Y por último, mi favorita de todas: "Serendipia", ese hallazgo inesperado cuando buscabas otra cosa. Ésta última, es la definición de la fortuna que te está buscando a ti.

Pero hoy es viernes, y el viernes va vestido de fiesta, sabe a de copa de vino al atardecer y suena a buena conversación. Este viernes, este fin de semana, apadrina una palabra, hazla tuya, dísela a alguien, grítala o susúrrala, no la guardes y sácala a paseo. Me despido hasta la próxima, sed felices, y expresadlo. 

jueves, 13 de agosto de 2015

Quejarse o no, that is the question.

Hablemos de lo que nos gusta quejarnos. El arte de quejarse está llegando a unos límites que habrá que pensar algo para enaltecer esta adorable costumbre. Poner las mejores quejas en un museo por ejemplo. "Y aquí, ese señor que se quejó todo el invierno del frío, del calor en verano, de no tener vacaciones en agosto, de tener vacaciones en agosto, porque claro, todo está muy caro y lleno de gente, de los niños de los demás, de lo triste que está el ambiente sin niños". Digamos que a alguno así conozco. Digamos que a veces muto en este señor. He puesto como ejemplo a un señor, porque dentro de mi cabeza este papel lo interpreta Fernando Fernán Gómez. Pero la verdad es que nos quejamos siempre, todos, sin discriminación de sexo o edad.
Por ejemplo, el otro día iba andando por la calle a las 5 de la tarde, pensando en todas las maldades que había hecho en mi vida, así en plan ensayo para cuando vaya al infierno, y decido coger un autobús. En la parada, unas mujeres hablando y abanicándose. Una decía "Espero que haya aire acondicionado" y la otra "y que no esté muy fuerte que me resfrío" y la primera "ni muy flojo porque sudo y en esta blusa se me marca todo". Y las dos se miran, me miran y se ponen a reír a carcajadas, luego me dicen "Es que nunca estamos contentas ¿verdad?" Yo me uno a las risas y les digo que a mí también me encanta quejarme.
Lo malo, como en todo, son los excesos. Cuando te quejas demasiado, la queja se apodera de ti, y te llena de negatividad. Una buena queja tendría que ser como las galletitas que acompañan el café, sólo una, para poder disfrutar de las otras cosas que sí nos gustan.
Ah, pero de eso no decimos nada ¿verdad? Pues es un bálsamo para el alma decir esas cosas que disfrutas. Hablar de ellas es como subrayarlas en rotulador y re-disfrutarlas. Da gusto estar al lado de esa gente positiva que se sienta en un sitio y te ha dicho tres cosas buenas en diez minutos. Que buen café, que bueno el primer sorbo de cerveza, que lugar tan bonito o se está bien aquí ¿no?
Así que voy a decir tres cosas positivas de ahora mismo: no llama nadie y la oficina está tranquila así que puedo escuchar los podcasts de radio 3; tenía tanto sueño esta mañana que me he dado el lujo de tomarme 2 cafés y además hoy he escrito en el blog, cosa que siempre me alegra porque sé que alguno de vosotros me lee.
Así que para equilibrar un poco nuestro "chi" (cierto, me lo acabo de inventar), os propongo que en cuanto veáis que las quejas ganan terreno busquéis rápidamente tres cosas que os gusten en ese momento.
Y hasta aquí mi post dedicado hoy a esas personas que me han incitado a pensar en positivo porque, al final, no todo está tan mal como ellas dicen.
Un abrazo y como siempre, sed felices.


EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...