viernes, 27 de marzo de 2015

FIEBRE SURREALISTA. EN BLANCO Y NEGRO.

Vintage Velvet se encendió un cigarrillo y entrecerró los ojos. Empezó a toser. Es lo que tiene tragarse el humo. Pero así eran los años 40, y una mujer tiene que hacer, lo que tiene que hacer. La mierda de los 40 es que aún no hayan inventado el technicolor, y que Radio 3 aún no existía. Aunque verlo todo en blanco y negro, le daba a la vida un tono de película de serie B. Ser un personaje de ficción tenía sus ventajas. Vintage Velvet, era un nombre falso, pero pensó que le quedaría bien. Muy de llevar medias de seda y el pelo rojo. De tener piernas interminables y andar con tacones sin perder la compostura. Porque eso lo haces llamándote Paca, y la verdad es que no es lo mismo.
Conducía un descapotable largo, de esos que siempre aparcan a la primera delante del sitio donde tienes que ir. Sus planes inmediatos eran atracar el banco del pueblo, robar una pequeña estatua en forma de halcón y enseñar a silbar a Humphrey Bogart. Más adelante desde una isla del Caribe, bueno, o desde una playa de Málaga, porque volar la ponía nerviosa, idearía un maléfico plan para dominar el mundo.
Hacía mucho calor. Como en todas las películas de gánsteres. Las buenas. Porque, en serio… ¿Donde se ha visto la actitud chulesca con bufanda y guantes? No quedaría creíble. Lo que sí queda creíble, es que al sentarse en la barra, empiece a sonar una canción de jazz del bueno. Que dejen fumar en un interior o que llevar sombrero y guantes para conducir sea “lo más”.
“Tienes un mensaje, Velvet”. Lo dijo el camarero, con voz metálica mientras dejaba mi Martini con un bol de cacahuetes delante de mí. Miré la copa. Y con ilusión miré los cacahuetes. No debía. Había tenido una gripe estomacal y aunque no había bebido más que “Aquarius” durante 48 horas, me había saltado una semana de gimnasio, y esos  cacahuetes eran la bomba que se pone inmediatamente en el Michelin, para estallar el primer día que te pruebas el biquini. Además yo no bebo Martini. Y no recuerdo ningún garito que deje fumar en la barra. Por lo menos en este siglo.
El mensaje del camarero, era claro. O apagas el cigarrillo o te echo. Que poco críptico.
El jazz no era jazz. Era Enrique Iglesias berreando, que la verdad, poca vergüenza hay que tener para cantar semejantes memeces, ¡Por Dios!

Pues sí, que he pasado una gastroenteritis que me ha dejado KO durante unos días, dormitando y hablando con Satanás, así a ratos alternos.
Pero miremos hacia adelante con ilusión, que llega Abril, el mes de las lluvias, de las mentiras y de Sant Jordi. Me despido de vosotros unos días. Mientras tanto sed felices.

“Besos, abrazos, carantoñas y achuchones múltiples para todos” Va por ti Cifu.




viernes, 13 de marzo de 2015

Adiós muchach@s...


No soy muy fan de los homenajes póstumos. Creo que deberíamos decir lo que sentimos por la gente mientras están vivos. Pero también creo que las personas que nos han dejado últimamente merecen una mención especial.
El primero, Leonard Nimoy. Convertido en icono hasta tal punto que a veces teníamos la tendencia a confundirlo con Mr. Spock. Live long and prosper, donde estés Leonard.
El segundo, mi favorito, es Terry Pratchett. Creador de Mundodisco. La primera novela que leí de él, fue  un poco por casualidad, y me pilló bastante mayor, pero claro, yo de adolescente leía a los clásicos, y fue con la edad, cuando me relajé un poco. La primera vez que vi “Mort” en las estanterías de la FNAC, me llamó la atención su argumento. Y ahí empezó mi historia de amor con Terry. Sacad un billete a Mundodisco lo antes posible y descubrid el color de la magia.
Otra marcha llorada en el cine y teatro es la de la actriz Rosa Novell. Una de las voces más interesantes del panorama. Yo, me había acostumbrado a verla en un papel y garantizar que allí habría algo bueno. Y cuándo un nombre suele asociarse con la buena calidad, no hay mucho más que decir.

Fue Virginia Wolf quien dijo “El poeta debe morir” para que los demás aprecien la vida. Lo vi en la película “Las horas”, y la primera vez que me di cuenta de esto, fue con la muerte de Terenci Moix. Ya no cabía la posibilidad de encontrármelo en el metro y que me firmara alguno de sus libros, que yo solía llevar en el bolso. Ya nunca sabría que mi gato se llamaba “Terenci” por él. Y por supuesto nunca podríamos hablar de cine clásico, ni de lo que aprendí con su colección de artículos de “La Vanguardia”, en la época pre-internet.
Así que antes de que se mueran más poetas, vamos a hacernos un favor y expresar mejor nuestras emociones. Aprovechemos el tiempo. Lo que no hagamos en cuanto tengamos oportunidad, quedará por hacer.
Os dejo con una frase de Terry. Sed muy felices.


 Los vivos eran los que no se daban cuenta de que sucedían cosas extrañas y maravillosas, porque la vida estaba demasiado llena de cosas aburridas y mundanas.



EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...