miércoles, 24 de abril de 2013

Matar dragones.

El día de Sant Jordi en Cataluña se celebra el día de la rosa y el libro. Aunque últimamente todos compramos, regalamos y recibimos más o menos de todo, lo típico es que el hombre regale una rosa a la mujer y la mujer un libro al hombre. En mi opinión todos deberíamos regalar libros y rosas, pero éste ya es otro tema.
El caso es que ayer 23 de abril, estaba yo haciendo cola para pagar un libro. Delante mío, dos chicas de unos 14 años, vestidas con el uniforme del colegio. Una de ellas llevaba en la mano el libro "Los juegos del hambre", y la otra nada. La que llevaba el libro tenía la cara llena de pecas y su cabello recogido se iba soltando por los tironcillos nerviosos que ella misma se daba mientras avanzaba la cola. 
Les toca. El chico de la caja, un altísimo rubio de unos 18, las saluda y les pregunta a que hora salen de clase.
"A la una", contesta la pecosa.
"¡Que bién vivís!"
"Pero a las tres volvemos a entrar"
El chico les sonríe mientras les devuelve el cambio. Pequeño silencio incómodo, mientras la chica de las pecas se saca un paquete de la mochila.
"Es que tengo algo para ti".
Es un libro, intuyo, envuelto para regalo que el chico recoge y guarda debajo de la caja inmediatamente.
"...Ah..."
El chico, se queda pasmado y no dice nada. La verdad es que no he oído decir "Gracias". 
Las chicas se van. Me toca. Lucho por callarme. Por no decirle al chico que aunque la chica no le guste, podía decir un "Gracias, os invito a algo por la tarde". O un "Que detalle, muchas gracias"...
Y que la "no-reacción" que ha tenido ha sido bastante penosa.
También lucho por que no se me escape la sonrisa ante la cara de incomodidad del jovencito.
La verdad es que me dan ganas de seguir a la chica y felicitarla por haberse atrevido a regalar el libro. Y que si él no la llama para darle las gracias no vale la pena preocuparse por muy rubio vikingo que sea.
Sin darme cuenta estoy andando detrás de las dos chicas. No oigo lo que dicen pero estan charlando y riendo. Y caminando. Puede que un poco más apresuradas de lo normal. (Claro que hay una mujer rara que las sigue desde la librería). Parecen dos chicas de instituto perfectamente felices. Pero me doy cuenta de un sutil detalle. La amiga de la pecosa le ha dado palmaditas a la espalda en más de una ocasión mientras van calle abajo. Y veo que la chica está decepcionada pero sigue caminando y sonriendo.
Ojalá en un futuro le regalen montones de rosas y libros. La verdad es que se los merece. Por hacer lo que quería hacer. Por ir a por el dragón, aunque le de miedo. Y por enseñarme que aunque las cosas no salgan como uno quiere, hay que seguir.
Caminando y sonriendo. Así es la vida.

EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...