viernes, 25 de enero de 2013

PIJAMAS DE FELPA.



Lo mejor es vivir el presente. Quizá porque el futuro nos viene muy incierto y porque el pasado ya no existe. Pero hoy me he despertado un poco nostálgica. A veces un detalle pequeño te traslada a otros tiempos y revives los momentos con un realismo exquisito.
Esta mañana, al despertar he puesto la radio, y la primera canción que ha sonado ha sido el “Good morning” de “Cantando bajo la lluvia”.  Y plas en un instante he sido una niña de diez años con pijama de felpa, recién duchada y esperando la película de Sábado Cine en el sofá.
Y después, a éste se han sumado otros recuerdos. Los dolores de barriga fingidos los domingos por la noche para no ir a clase los lunes, los libros de “Los cinco” y de “Torres de Mallory” donde Enid Blyton daba lecciones de moralidad oxidada y nos enseñaba la diferencia entre el bien y el mal. De esos libros, siempre me quedaba la curiosidad de que era la “cerveza de jengibre” que bebían todos los niños ingleses, pero cuando muchos años más tarde descubrí que era  lo mismo que el ginger ale y que iba fantástico para la resaca perdió todo su encanto. También recuerdo las películas musicales, como “Hello Dolly”, “Brigadoon”, “Mi hermana Elena” o “Siete novias para siete hermanos”  y siempre pensaba que la vida real sería mucho mejor si en un momento dado te pusieras a cantar y bailar por la calle.
Pero de mi infancia recuerdo sobre todo los veranos. Mi abuela, como buena abuela de verano reunía a todos los primos y nos llevaba de vacaciones a su pueblo. Y allí éramos todos un poquito más libres. Eran tres semanas de bañarnos en barrancos, porque pobre mujer, como iba a pagar la entrada para la piscina de todos, eran las interminables siestas obligadas donde ella dormía 20 minutitos escasos, y nosotros nos escapábamos arrastrándonos por el pasillo para ir al cuarto de juegos. Los bocadillos para cenar, los helados almendrados del sábado, el porrón con vino y gaseosa, y sobre todo ir a buscar agua con el cántaro a la fuente. Eran veranos de los años setenta, pero el agua la bebíamos de la “font de caps” de Tremp. Comprar agua embotellada era impensable.
La espinita que tenían las vacaciones eran que no teníamos tele, y yo los sábados por la tarde oía la música de “Vacaciones en el mar” de los vecinos y me ponía mala. Había en casa, una radio antigua de esas grandes con cuatro botones blancos, y la primera vez que la vi, recuerdo haber pensado que al ser la radio tan vieja sólo emitiría programas antiguos. Hay que decir que no era la niña más lista del mundo, y cuando escuché una canción de Miguel Bosé creí que había ocurrido un milagro o que se había producido un colapso espacio/tiempo. Bueno no lo pensé así, porque insisto en que muy lista no era, pero cuando entendí que la radio emitía en tiempo presente, me decepcionó un poquito.
Pues sí, hoy me apego al sentimiento de veranos de sol e inviernos en pijama viendo la tele en el sofá. Mañana será otro día, como decía Scarlett.

EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...