martes, 21 de agosto de 2012

Llega el invierno: Juego de tronos


Hace unos días que me he aficionado a combatir el calor a base de pasar mis tardes medio a oscuras, refresco en mano y disfrutando de series de televisión.
Concretamente mi última preferida es “Juego de tronos”.
Sí, me paso las horas de calor extremo viajando de “Invernalia” a “Desembarco del rey”.
Para los no iniciados en la serie, diré que es una ficción basada en las novelas de George R.R. Martin, un señor de cara afable y con un rincón misterioso en su cerebro donde entre bosques, cuervos y lobos nacen estas historias.
Que envidia, poder crear algo así.
Yo no he leído los libros. Mal hecho, lo sé. Pero me dejé seducir por la cara de Sean Bean, patriarca de los Stark y me rendí a la serie de la tele directamente. No sé que caras habrían tenido los personajes si los hubiera conocido antes que el director de casting.
Lo que me llama de atención, a parte de la lucha de poder, la magia y el encanto de este falso reino medieval…son los personajes. No puedes evitar sentir simpatía por más de uno.Están tan bien definidos y sufren tanto que a veces sientes su dolor demasiado cercano.
El codiciado trono de la serie, es la meta final de juegos políticos, alianzas increíbles, traiciones y crueldad, mucha crueldad.
Un amigo que se está leyendo las novelas, me dijo que le sorprendía la manera en que el autor maltrataba a sus personajes. Lo entiendo, pero puede que una parte de nosotros desee ver, más que la desgracia en sí, la lucha contra esa desgracia. Al fin y al cabo lo que define a un hombre no es lo que le sucede, sino como se enfrenta a lo que le sucede.

A parte de la lucha por el poder, en  Poniente (el lugar donde transcurre la acción) se acerca el invierno. El invierno puede durar varios años, y se sabe que el que está por venir será especialmente duro.
No puedo evitar pensar en que aquí, en la vida real, también se acerca el invierno, y que seguramente será largo y duro. Y tiendo a imaginar que a lo mejor todos somos personajes de una obra. Puede que otro George R.R Martin esté ideando destinos, aventuras y desgracias para todos nosotros. Ojalá el guión de un giro hacia la comedia. Aunque algunos dicen que la comedia no es más que tragedia vista con distancia…
Mejor sigo refugiada en mis ficciones. Por mal que lo pasen siempre es mejor que leer el periódico.
Termino recomendando a todos, a visitar Poniente, a conocer a los Stark, a los Lannister y a los Targaryan. Sea en el formato que sea.
Y que nadie olvide que “Llega el invierno”. Así que mejor disfrutemos de la ola de calor.

lunes, 13 de agosto de 2012

Auge y caída de Alan Smithee. Cuento de Verano.


El sindicato de Directores Americanos del mundo del cine, la DGA, tiene (bueno más bien tenía), un nombre que se utiliza cuando un director, por lo que sea, no quiere firmar su obra. A veces cuando la película pasa por edición y montaje, el director ve el resultado como algo a años luz de su proyecto. O simplemente algo que no es lo que quiere transmitir. Es entonces cuando pide a la DGA que le conceda el “Alan Smithee”.
Esto ocurre porque antes de 1968, año en que el ahora prolífico Smithee, realiza su debut, la DGA no permitía los pseudónimos.
Y este señor, si lo “googleas”, tiene tantas producciones que empiezo a sospechar que sí existe de verdad.
Es más, en las aburridas y calurosas tardes de verano, cuando dedico mis horas a imaginar cosas imposibles, me ha asaltado una imagen de Alan delante del ordenador.
Sí señor, Alan Smithee, en claro-oscuro, en blanco y negro y con una risa maligna y acariciando un gato (vale estoy un poco de verano y en mi mente viven superhéroes de Marvel y supervillanos…), en fin Alan Smithee que ha cobrado vida por eso de que si todos creemos en algo al final existe, está navegando por la red y frotándose las manos.
Primero escucha una canción de mi supervillano preferido, el cruel “Pit Bull” y espera con paciencia a que este hombre pida un Smithee para toda su carrera como intérprete de canciones de dudoso gusto y decididamente malignas. Después navega por las páginas de actualidad y piensa que no hay porque quedarse en el mundo del espectáculo y que el gobierno debería firmar sus decisiones con el nombre de Alan Smithee. Alan, cual lecherita del cuento, empieza a soñar y se ve como un moderno hombre renacentista capaz de firmar cualquier cosa. De la política se pasa al teatro y esperanzado por las algunas de las casposa producciones ya se ve recogiendo el Tony al lado de Stephen Sondheim y del sobrevalorado Lloyd Webber. Y para el final, lo mejor, la librería, porque Alan siempre ha soñado secretamente en ser escritor, y cuando descubre la saga “Crepúsculo” sabe que ha llegado su momento.
Pero pasan los días, y nadie se decide a pedir un “Alan Smithee”…Alan, triste se pregunta por qué. ¿Acaso los autores y creadores en general han perdido la vergüenza? ¿Acaso siempre están orgullosos de sus obras?
El pobre Alan, no sabe a que atenerse, él, que ya se veía viviendo en un chalé con piscina y codeándose con los “más”.
El pobre Alan, se da de bruces con una realidad gris y oscura, sin entender por qué hay gente que se va a dormir con la conciencia limpia y tan satisfechos.
No entiende nuestro mundo. Y es que a algunos les cuesta entender la mediocridad. Pobres


EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...