lunes, 12 de diciembre de 2011

"Te quiero" y otras fórmulas sin valor...

Hace unos días, en la clase lengua de primero de E.S.O mandaron hacer una apología de la palabra.
A mis clases de refuerzo acuden algunos de esos alumnos. Después de intentar explicar que significa apología, decidí que lo mejor era decirles que hicieran  una redacción defendiendo la palabra.
Me costó un poco encaminarlos hacia la luz, y tenía que ir haciendo preguntas como "¿Cuál es tu palabra preferida?" o "Cuál és la palabra que te han dicho que más contento te haya puesto" o "¿Cuál es la palabra más extraña que has oído?"...
Después de leer repetidamente en sus encriptados cerebros la frase: "Sofi parece subnormal", al final alguno escribió algo digno de no suspender.
Mientras mis aventajados alumnos enlazaban sus ideas e intentaban plasmarlas sin faltas de ortografía en el papel (para ellos eso es lo mismo que escribir todas las vocales, un gran logro). Yo me puse a pensar en el poder de las palabras.
Algunas culturas dan a las palabras poder real, bueno de hecho casi todas las culturas tienen oraciones que a modo de sortilegio pueden ir cambiando nuestro destino. La magia está íntimamente unida a la palabra. Nuestras emociones van ligadas casi siempre a las palabras, ya sean escritas, pronunciadas o silenciadas. Una palabra, un grupo de letras tiene el poder de hacerte volar al cielo o de desterrarte a los infiernos.
Estuve fisgoneando por algunos perfiles de mis alumnos, y aunque algunos necesitan la piedra Roseta para descifrar los mensajes que se envían, y los estados que cuelgan, la mayoría tratan sobre sentimientos.
Debo quitarme el imaginario sombrero ante la facilidad que tienen hoy mis niños en expresar las emociones, mi generación no escribía “Te quiero” o “Tengo ganas de verte” o “Te echo de menos” con tanta facilidad. Claro que frases como “Esta es una zorra” o “Mi novio no es veterinario así que no le interesas perra” estaban desterradas a alguna puerta de W.C.
Así que me pregunté si de tanto usarlas, las palabras se gastan y pierden valor. ¿Si dices “Te quiero” 100 veces a la semana tiene el mismo valor que si lo dices una vez? ¿O sólo es una fórmula que igual que "Abracadabra" hace que sueltes tus sentimientos sin más? (Sentimientos, bragas y sujetador, que a los 15 suelen ir muy unidos...vale y a los 40 también).
Llegué a la conclusión que las palabras igual que las espadas tienen distinto valor según quien las esté utilizando. Puedes practicar esgrima o puedes cometer un asesinato.
Yo doy mucho poder a las palabras. Quizá por eso doy importancia a las letras de las canciones, a los diálogos de las películas y las obras de teatro o a las conversaciones que oigo por casualidad por la calle.
Creo que al oír tantas palabras vacías a lo largo de nuestra vida, les hemos ido quitando el valor que tenían. Los discursos en época de elecciones tienen mucho mérito en esta hazaña. Pero la palabra sigue aquí, preparada para luchar, palabras cargadas con pasión, con verdad, con amor, con ira...nosotros elegimos.
Alquimia. Armas de destrucción masiva o cañones llenos de flores, pero siempre oro puro.


jueves, 27 de octubre de 2011

30 de Octubre

Se acerca mi cumpleaños. El treinta de Octubre. Cuando se acerca mi fecha, tiendo a la introspección. Me encierro unos días y hago un poco de examen de conciencia. Pienso en las cosas que han llegado a mi vida; en las buenas y en las malas. Pienso en la gente que me acompaña cada día, sea en persona, sea vía virtual. Pienso en la gente con la que ya no tengo contacto pero que sigue presente en mi vida porque la recuerdo constantemente.
Recuerdo  los libros que he leído durante el último año,  las películas que he visto, y  la música que he escuchado.
Pienso en los caminos que no he tomado, y a veces imagino que esos caminos han creado realidades paralelas donde yo vivo existencias totalmente distintas...pero es lo que tiene ser adicta a la ciencia ficción, que te pones a meditar y acabas creando paradojas del espacio/tiempo.
Lo que sí es verdad es siempre hago una fina filtración de los hechos vividos durante los últimos 365 días. Tiendo a recordar los agradables. Porque pienso lo mismo que pensaba Sherlock Holmes, los pensamientos inútiles ocupan demasiado lugar en el cerebro. Yo creo que las malas vivencias te ponen de mal humor. Y la vida es muy corta para transformar tus momentos en malos ratos.
Casi siempre hago una lista de las cosas que haré durante el próximo año.
Este año, he decidido hacer pública mi lista. Ahí va:
  1. Levantarme cada día con ganas de conquistar el mundo.
  2. Sentirme en cada momento capaz de matar a los dragones que se crucen por mi camino, o al menos conocerlos, (siempre he creído que los dragones eran seres entrañables y que de cerca no dan tanto miedo)
  3. Aprender algo que me guste. Aunque no “sirva” para nada.
  4. Enamorarme al menos una vez al día, de lo que sea y de quien sea, para volver a sentir las mariposas en el estómago, esa sensación que hace que te sientas vivo.
  5. Perder el miedo al ridículo.
  6. Reírme mucho. La risa es la mejor manera de vivir.
  7. Sentir.
  8. Llorar, cuando esté triste, para alejar los males,... y recuperarme después, la autocompasión continuada, es peligrosa.
  9. Soñar y perseguir mis sueños, nunca les he dado la importancia que tenían.
  10. Apreciar más las presencias que las ausencias.                                                                                                                               

Por supuesto la lista no está completa. He puesto 10 porque las demás son parte de mi yo privado
Estoy segura que el día 30 me levantaré con ganas de tener noticias de la gente que me quiere o de la gente que aunque sea por un momento haya pensado en mi, pero sobre todo me levantaré con curiosidad, con ganas de empezar una nueva etapa,  y con las armas necesarias para luchar contra la apatía, el cinismo y la conformidad que amenazan nuestra existencia para convertirla en algo gris y desapercibido.







miércoles, 28 de septiembre de 2011

La rubia interior.

Hoy me han robado casi toda noche. Hace ya unos días que me están robando las noches.
Yo, que antes era un animal nocturno, de los de llegar a casa con los zapatos en la mano, casi al amanecer, después de incontables chupitos de bourbon, de cantar con voz ronca de cigarrillos y madrugadas...he mutado. Si señores, estoy evolucionando a una forma de vida diurna. Me gusta levantarme pronto, a veces me quedo encantada viendo como sale el sol. Claro que  llega la noche y aunque yo siempre he sido de dormir poco, caigo dormida al primer intermedio de la serie que pongan en la tele.
Esto no supondría ningún problema, sino fuera porque dentro de mí aún vive esa rubia de tacones y escotes increíblemente atractivos que lucha por despertarme cuando llega el atardecer. Es una lucha encarnizada, casi violenta... yo intento tener al lado de la cama un libro y de repente mi subconsciente me ataca con imágenes en blanco y negro de mi misma bebiendo budweisser, y coreando “Dirty old town” de los Pogues. El blanco y negro es porque a mi subconsciente le encanta ir al cine. “Dirty old town” porque es una de las primeras canciones que aprendí en las clases de inglés. Y porque tiene ese toque de taberna y gente cantando.
Yo de verdad lo intento. Incluso con la ley del tabaco pensé: “perfecto, ahora no saldré tanto, y si salgo dejaré de fumar”. Ahora mismo, la rubia en tacones se está carcajeando de mi, en una terraza de verano. Había planeado acabar con ella en septiembre, con el primer frío del otoño, era un asesinato calculado. En mi lista mental estaban descritas las armas: tacitas de infusiones, libros que te atrapen, series de la tele, y un pijama de felpa...pero a la hora de la verdad, me he dado cuenta de que no soy capaz.
Quiero con locura a esa rubia despreocupada. Ha estado siempre a mi lado en los momentos difíciles, y en los fáciles no digamos. He intentado razonar con ella,  y por fin creo que estamos a punto de llegar a un acuerdo.
Yo no dejo que ella se quite los zapatos antes de llegar a casa y le dejo bailar alguna noche lo que le apetezca. Ella me deja algún amanecer mañanero y no se ríe de mi cuando me quedo dormida a las once de lunes a viernes.
Espero que la tregua sea larga, no querría perderla, y se que ella sin mi estaría perdida.
Hay que cuidar a las rubias interiores, sin ellas el mundo sería demasiado gris.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Azar y Septiembre.

Algunos de los grandes descubrimientos son fruto del azar. Yo no me se ninguno, pero solían decirme esto en clase.
Quiero decir que hay historias en la historia que te cuentan que a un señor se le cayó una manzana en la cabeza y descubrió la ley de la gravedad.
O que a un cocinero se le terminó la leche y descubrió la crema Chantilly.
Estas personas no estaban buscando nada especial. El primero se quedó dormido debajo de un árbol, y el segundo intentaba preparar nata para un postre.
Esto me plantea una interesante pregunta. ¿Puede ser que los que estén buscando algo con mucha intensidad, se lleguen a frustrar tanto que no lo encuentran?
Aunque supongo que si yo me quedo dormida debajo de un árbol, (cosa rarísima porque odio las arañas, y seguro que debajo de los árboles hay un montón de arañas o bichos igualmente molestos) en fin, que si me duermo y se me cae una manzana a la cabeza, seguramente me vuelvo a casa jurando en hebreo y tocándome el chichón.
Y si un día se me termina la leche...pues salgo al comedor del castillo de Chantilly y les comento que de postre toca fruta del tiempo. Puede que manzanas.
Así que seguramente hace falta algo más que azar para que las grandes cosas sean descubiertas. Y con grandes cosas me refiero al postre, porque a mi la ley de la gravedad me ha acarreado más de un disgusto.
Pues eso. Que para hacer o descubrir grandes cosas hay que NO buscarlas, pero también hay que saber reaccionar a tiempo cuando se cruzan contigo.
Es como las oportunidades que te ofrece la vida. A veces sin darte cuenta has tomado una pequeña decisión que cambiará tu destino. Y con tu destino, cambia también el destino de la gente que te rodea. Aunque sea por proximidad.
Pongamos un ejemplo. Estoy yo en una terraza leyendo y tomando café y pensando en cosas interesantes como las paradojas de la moda en los años 80, cuando se me acerca un productor de HBO y me dice: “Por una corazonada y porque acabo de salir de donar sangre y estoy un poco mareado, creo que usted sería una estupenda guionista de ficción, firme ahora mismo este contrato y empiece a escribir”. Lo siguiente sería que mi serie tendría tanto éxito como “Perdidos”, que saldría de copas con gente de lo más vip, y que a mi teléfono llamarían Seinfeld, Tarantino y George Clooney pidiéndome que les escribiera un papelito para ellos. Bueno y puede que Pepón Nieto que hace tiempo que no lo veo en ninguna serie. Y lo echo de menos, que soy una fan de Pepón.
Y todo esto ¿cómo afectaría a la gente que conozco? Seguramente no mucho.

Puede que yo tuviera más llamadas al movil, puede que en mi correo no hubiera sólo propaganda, y no haría cola en el cine, (aunque a mi me encanta ir con tiempo y hacer cola, en las colas la gente acaba abriendo su alma, es lo que tiene escuchar las conversaciones ajenas)...y en cuanto a mis amigos dirían en las fiestas, “sí, yo conozco una historia curiosa sobre esta chica...estaba tomando un café cuando un productor de la HBO...”

Y ¿si en lugar de tomar café decido ir a la peluquería o quedarme en casa? Ni productor, ni café ni Tarantino al teléfono....
Sé que las cosas no se buscan se encuentran, sé que a veces escapando del destino te encuentras con él, que el azar tiene parte importante en la ecuación y sé un montón de frases que expresan lo mismo. La cuestión es que nada tiene garantías, los productores de la HBO no se pasean por mi barrio, y es hora de ir a tomar una caña, que con el café luego no duermo.
Feliz Septiembre.

domingo, 21 de agosto de 2011

TRI HITA KARANA


Los balineses creen en el equilibrio. La base de la felicidad viene del equilibrio en los tres ámbitos de las relaciones. Los humanos con los humanos,  los humanos con lo espiritual y los humanos con su entorno.
Si digo la palabra Bali, en mi cabeza aparece la imagen de una playa. Por ser alguien con cierta inquietud espiritual y cultural, hay que reconocer que soy bastante básica.
Hay que aclarar que la playa de mi mente no es para nada la portada de un Caribe Mix. No, es una playa sin ruido, con una luz increíble, y además está amaneciendo.
Y dejando de lado la espiritualidad, hablaré de actualidad.
El papa Benedicto XVI acaba de visitar Madrid, donde ha reunido a más “grupies” que si hubiera venido Lady Gaga.
Se supone que se estaba celebrando la JMJ, o sea, la Jornada Mundial de la Juventud. Resulta que de todos los rincones del planeta, los jóvenes y algunos no tan jóvenes han hecho el esfuerzo de venir a ver  al portavoz de Dios en la tierra. (Jerárquicamente va así ¿no?)
No estoy muy al día de lo que suponía este acto. He visto imágenes del parque del retiro plagado de confesionarios, gente que hacía carteles de bienvenida,  y hasta alguno gritando “esta es la juventud del Papa”. Es tanta la pasión, que ni los 39º centígrados han impedido a estos jóvenes celebrar su fe.
Pues yo me he sentido decepcionada. 
Primero, porque la Iglesia, a mi entender, debería revisar el voto de pobreza y dedicarse a cuidar almas. Vender sus tesoros vaticanos y darlo a cualquier país con pobreza extrema. No debería meterse en política y habría que dejar de mirar al otro lado en cuanto se habla de pederastia.
Segundo, porque la juventud, tenga la edad que tenga, debería preocuparse por el mundo que le rodea, entender sus problemas y sobre todo sentir más empatía. Me gustaría saber en que han cambiado las vidas de los peregrinos del JMJ. ¿Cuándo vuelvan a sus casas serán mejores personas? ¿Se volverán indignados ante la crisis? ¿Serán personas más generosas, más valientes?
Y ante mis comentarios, debo aclarar que no critico estos actos, (bueno los encuentro del todo inútiles, pero allá cada uno con su tiempo), todos tenemos derecho a buscar esa conexión espiritual. Sea mirando una puesta de sol, sea viajando a Madrid a ver al Papa.
Pero también creo que todos tenemos la responsabilidad de cuidar unos de otros. Cuidar de los humanos, del planeta y del entorno. Como dicen los balineses Tri Hita Karana, y estos últimos días creo que se ha producido un ligero desequilibrio.

viernes, 12 de agosto de 2011

Cuestión de Actitud.


Aparco a la primera. Vale, a la tercera. Es verdad, he cambiado de lugar dos veces porque el sitio me parecía muy justo. Al volver a pasar por delante, del primer lugar, ya andando, me doy cuenta de que hay dos coches aparcados. Uno, es un 4x4.
 No llevo bien el tema de aparcar. Así que cuando he escrito aparco a la primera, delante de mí cabían: un bus, un monovolumen y una roulotte de holandeses que hacían turismo exótico por mi barrio.
La culpa la tengo yo. Lo se. No es una cuestión de medidas, ni de perspectiva, ni de habilidad. Soy yo. Es cuestión de actitud. La verdad es que no me identifico con el tipo de persona que aparca a la primera. Plis plas, un par de movimientos certeros y el coche perfecto al lado de la acera. No. Para nada. Yo cuando veo un aparcamiento, lo tanteo, estudio sus posibilidades, hago mil maniobras, (alguna vez espero que al salir del coche la gente me esperará para aplaudirme. Con recochineo por supuesto), y cuando ando unos metros, pienso...¿lo habré cerrado?

Todo en la vida es cuestión de actitud. Lo leí hace poco.  Solo tienes que creer que todo irá bien y todo saldrá como quieres. Haz las cosas como si las hubieras hecho toda la vida. Entra en un lugar segura de ti misma.

Yo soy de esa clase de gente que entra en un lugar segura de si misma, mirando al frente y choca con una silla.
Soy de las que cada año por estas fechas busco estrellas fugaces por el cielo, pero siempre pasan cuando yo no estoy mirando. O está nublado. O...
Leyendo esto, podría pensarse que estoy cayendo en la autocompasión. Que me quejo de ser como soy.
Sin embargo, soy una de esas raras personas optimistas sin remedio. Y tengo el don de contagiar mi optimismo. Vi en una película que todos hacemos 3 cosas mejor que los demás. Yo soy esa a la que todos llaman cuando están de bajón. Y se me da bien animarlos. No se cuales son mis otras cualidades. Aparcar bien seguro que no es una de ellas. Seguiré buscando.
Y mientras busco, intentaré mejorar mi actitud. Imaginaré que entro en un sitio con la gracilidad de una pantera. Imaginaré que miro al cielo y una estrella tras otra cruzan el horizonte. Enfocar sólo lo bueno.
Dejaré lo malo entre las sombras, con los fantasmas y las pesadillas. Y al miedo, mi compañero fiel, lo dejaré en la próxima área de servicio.
Al fin y al cabo todo es cuestión de actitud. 

lunes, 20 de junio de 2011

San Juan

Ya está aquí, el verano. El calor. Los helados, el café con hielo, granizados, las terracitas, el no poder dormir por el calor, los mojitos que están  tan de moda que muchos ya han mutado a nuevas formas y se parecen tanto a un mojito como a una tortilla de patatas.
Ya está aquí, el esperado verano. Las verbenas, los petardos, la despreocupación, el no hacer nada. Las cremas anticelulíticas, las dietas, los protectores de sol, las gafas a lo Jackie O. Los niños que se tiran en “bomba” a la piscina, las mamas dejando que sus hijos disfruten veranos libres de preocupaciones. Ya les vendrá el sufrir.
Hace años que en una piscina no oigo las palabras “corte de digestión”,  a mi me hacían esperar una eternidad después de comer,  cruzando miradas de resignación con los otros niños sentados en toallas, y alguna vez el más atrevido se iba acercando con disimulo a la piscina a mojar un dedo del pie. La mamá respectiva esperaba hasta que el niño estuviera en el borde, cual leona agazapada tras la hierba, y cuando el dedo estaba a punto de tocar el agua, se oía un grito que dejaba al pobre chico a salvo del corte de digestión pero con un susto de muerte.

Ya está aquí el verano. Y viene a lo grande, celebrando su nacimiento con fuego. Hogueras a media noche. Bailes y contorsiones. Alguna conga, por suerte ya pocas. Escotes que salen y saludan al sol y a la luna. Sandalias de tacón que parecen diseñadas por Torquemada.
El calor, tiempo de descanso, de leer el periódico y ponerse al día. Los libros poco serios; típicos del verano, de los quioscos en la playa. Me pregunto cuándo lee la gente los libros serios.
El verano. Y con él, los conjuros de la noche de San Juan,  y las brujas, los fantasmas, Puck el travieso, y las criaturas de los bosques. Las que existen y las que no. Las que se ven y las que se perciben. Pero el dueño y señor, es el fuego. Lo encendemos para dar fuerza al sol, para que se mantenga digno mientras la noche le va recortando cada día un poco de luz.
Y esa noche, lo que no se puede negar es que una energía diferente flota en el aire.
Y nosotros salimos, ansiosos por empezar una nueva etapa. Con los deseos envueltos en laurel y las penas arrojadas a la hoguera.
La noche de San Juan no sólo es música, alegría y cava. La noche de San Juan, es un poco de esperanza. Para lo que venga. Damos fuerza al sol, pero en realidad nos damos fuerza a nosotros mismos. Que muera lo viejo para que venga lo nuevo.
Feliz verano a todos.

lunes, 23 de mayo de 2011

Americanos en París.

Hace poco, como buena falsa intelectual que soy fui al cine a ver la última película de Woody Allen. Pues sí, “Midnight in Paris” .
Es curiosa la visión que tienen los americanos de París. Gene Kelly, por ejemplo, bailando, pintando y seduciendo mientras tanto a Leslie Caron, (yo quería que se quedara con Milo, la marchante de arte, pero es que yo de pequeña ya era muy rara).
Woody Allen hace años, en “Todos dicen I love you”, la primera imagen que sale de él en París, es andando con una baguette bajo el brazo.
Sabrina, la hija del chófer que se encuentra a si misma en París, tiene un subidón de ego vuelve a América y se liga al heredero de los Larrabee.

Y ahora una referencia que me hará bajar unos puntos de coeficiente intelectual, “Sensación de Vivir”, Brenda y Donna van a París, y yo pensé por favor, por favor, por favor...que Aaron Spelling no las envíe a España las próximas vacaciones o saldremos todos bailando flamenco y toreando por la Gran Vía.

Y ahora que os he convencido a todos que mi opinión no tiene validez alguna, ya que Aaron Spelling está entre mis referentes culturales; vamos a hablar de “Midnignt in Paris”.

Un guionista de Los Ángeles, se va con su pijísima novia a París. El hombre está enamorado de la ciudad, y piensa constantemente en cómo hubiera sido vivir en París en su época dorada.
Una noche que sale de paseo él solo, no daremos detalles, pero se encuentra en una fiesta donde Cole Porter está tocando el piano, conoce a los Fitzgerald y un laaaargo etc...no contaré nada más por si alguien aún no la ha visto.

La clave del tema está en la nostalgia. Todos creemos que hemos nacido en la época equivocada. ¿Quién no ha soñado en estar bailando en bikini con Frankie Avalon y Anette Funicelo? Ah...solo yo. Bueno, vale, ¿Quién no ha pensado que en otra época hubiera sido más feliz? Ver a los Beatles en directo, a Elvis Presley, estar en París en mayo del 68, trabajar en Hollywood durante los 60, ver el despertar del mundo de la publicidad, ver en directo al hombre llegando a la luna, conocer a Robert Doisneau, vagar por Portobello.
Todos pensamos que al volver atrás usaríamos todo lo que sabemos del pasado para hacernos con el mando. ¿Volver atrás y matar a Hitler? Tal como estaban las cosas, hubiera salido otro. (Teoría del profesor de historia del instituto de mi hermana, que comparto totalmente). ¿Inventar algo? ¿Volver atrás y escribir el final de “Casablanca”? Creo que, lo único que buscamos al pensar así, es una garantía. Garantía de éxito.
.
Y como nuestra vida no tiene garantías de que nada vaya a salir bien, tenemos miedo. Miedo a lanzarnos a la piscina. A arriesgarnos, a luchar por lo que queremos. Es peligroso cuando el miedo se convierte en parte de nosotros. ¿Tanto nos hemos acobardado que hemos perdido totalmente el sentido de la aventura? ¿La curiosidad?  Soñando con vivir en la comodidad del pasado, nos perdemos lo bueno que tiene el presente. 

 Reconozco que la película de Woody Allen,  me encantó, y aunque soy consciente de que debo disfrutar de la época que me ha tocado vivir, y me propongo seriamente hacerlo de ahora en adelante, debo reconocer que mataría por pasar una noche en una fiesta con Cole Porter al piano. A poder ser en París. Y puestos a pedir, en la idea de  París que tienen los americanos.
¿Y tu, a dónde irías?

martes, 12 de abril de 2011

¡Poyejali! (Vámonos)

Hoy hace 50 años que por primera vez un hombre estuvo en el espacio.
El 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin, se embarcó en la Vostok 1 , y dio un par de vueltas a la tierra. ¿Qué debió sentir? ¿Silencio? ¿Soledad? ¿Perspectiva? ¿Tuvo tiempo de disfrutar del viaje o estaba demasiado ocupado pensando en las cuestiones técnicas?
Me pregunto si Yuri fue consciente en ese momento, de que estaba haciendo lo más importante que haría en toda su vida. Al menos para la historia.
Dicen,  aunque no queda ninguna constancia grabada de ello, que Yuri dijo “Aquí no veo a ningún Dios”. A lo mejor, no miró bien. A lo mejor miró en la dirección equivocada. O a lo mejor, es que no había ningún Dios.
Lo que sí dijo desde su nave es la famosa frase “Pobladores del mundo, salvaguardemos toda esa belleza, no la destruyamos”. Pobrecito. Por suerte no puede ver lo que estamos haciendo con el mundo.
Parece que estar ahí arriba te inspira, y los astronautas dicen frases geniales. “El pequeño paso para el hombre, gran paso para la humanidad”. Eso es saber estar, claro que no me imagino a un astronauta diciendo: “ que alguien me grabe el final de Perdidos, que no llego a tiempo” , o “¡Ostras, me acaba de bajar la regla!”.


He leído por ahí, que Yuri quería superarse y volver a viajar al espacio, pero por aquel entonces la Unión Soviética, no quería poner en peligro la vida de un héroe nacional.
Al final murió en un vuelo rutinario, del que hasta hace poco no se han esclarecido los detalles. Algunos documentos hablan de una maniobra brusca tratando de esquivar una sonda atmosférica, otros de turbulencias, otros de un segundo avión.
El caso es que la vida tiene un extraño sentido del humor. Humor negro, diría yo.

En resumen, hay que tener siempre una buena frase preparada si se sale  al espacio exterior. Hay que vivir con pasión, porque nunca  se sabe si lo que estarás haciendo será tu gran momento, tu “opera prima”. Hay que disfrutar del viaje, porque puede que no vayas a volver donde estás ahora. Y sobre todo, hay que hacerle caso a Yuri, y cuidar la belleza.
Y al final, eso es lo que queda, la belleza del momento

viernes, 25 de marzo de 2011

Inmortales

No se cómo era Liz Taylor en realidad. Igual que no se cómo seria encontrarme a Kelsey Grammer en un Burger King. No lo se, por que no me ha pasado nunca y porque tiendo a ignorar toda la realidad de mi alrededor y convertirla en ficción.
O sea que para mi Kelsey Grammer siempre será Frasier. Y nunca entraría en un Burguer King, seguramente coicidiría con Frasier y su hermano Niles en el hall de un teatro, para entrar a ver una obra de Stephen Sondheim.
Actor y personaje. Da miedo a veces como confundimos a gente tan distinta.
En mi cabeza muchas veces la vida real se aparta para dejar paso a un guión. Me sorprendo cuando estoy leyendo el periódico en una cafetería y pienso “Uff que aburrimiento, hay que aligerar esta escena, ponerle música, o la gente saldrá del cine antes de que me termine el café”.

Esta semana ha muerto Liz Taylor, siguiendo la racha de una temporada en que se van los mejores. ¿La culpa? Que de pequeña en lugar de mirar el fútbol yo veía las películas que daban por la 2. Y los iconos de la infancia, siempre son los mejores.

Por eso que muera Liz, (aunque deseo que todos vivan muchos años), no es más que una excusa para re-visionar alguna de sus películas. Eso ha quedado un poco cruel. Pero la verdad es que yo no conocí nunca a Liz. No me interesaron sus matrimonios, ni su amistad con Michael Jackson, ni su relación con Richard Burton. A mi me interesaba, Cleopatra, Amy en mujercitas y la sufrida esposa de Paul Newman que se sentía como una gata en un tejado de zinc.
Por eso, Liz no ha muerto, ayer apareció en mi televisor y está tan fantástica como siempre. Por eso también, Burt Lancaster siempre vestirá mallas, Gene Kelly bailará eternamente bajo la lluvia, Ava Gardner seguirá descalza y Humphrey Bogart vestirá gabardina en el aeropuerto. Ningún problema. Todo está ahí en mi cabeza.

Más delicado es, cuando coincido con algún actor vivo y no sigue las pautas de su personaje. (Vale, eso es un poco “Misery” pero tranquilos, me he cruzado con un montón de actores o presentadores y nunca, nunca les he dicho nada, la confusión está en mi cabeza y seguirá estando ahí).
Prometo no llamar Alcántara a Imanol Arias, ni Aida a Carmen Machi si me la cruzo por la calle, y no voy a pedir a Buenafuente que me cuente un chiste, de hecho no voy a hacerme ni una foto de “fan” pesada si me cruzo con ellos. Aunque, si vuelvo a coincidir con Alan Rickman en un café puede que susurre “Expeliarmus” a ver si se le cae la taza.

Mientras tanto, nadie ha muerto, y como no han muerto, están todos ahí reunidos, tomando café y algún chupito de bourbon. Liz vuelve a tener 25 años y está fumando al lado de Bette, en un bar donde se puede fumar y contar tus penas al camarero por un euro la copa. (Sí he adaptado los precios, que por algo es mi bar y decido yo). Dean Martín y Frank Sinatra están al piano borrachos y Fernando Fernán Gómez está tecleando en un rincón en una vieja máquina de escribir, mientras discute con sus colegas del café Gijón, entre ellos Marilyn Monroe junto a Dorothy Parker critican a Spencer Tracy y Katherine Hepburn que están casados  por fin. Y algunos dicen que por ahí anda William Holden, medio enamorado de mi.

viernes, 4 de marzo de 2011

Abrazos

"Abrazos gratis".

En “Cosas que nunca te dije” Seymour Cassel se pasa media película pidiendo un abrazo a la gente que encuentra.


Un león adulto abraza a sus cuidadores que reconoce de cuando era un cachorro, aunque haya pasado mucho tiempo de eso.

Un señor regresa a Australia después de pasar una temporada fuera, se encuentra sólo, desarraigado, hasta que un día en una fiesta una desconocida lo abraza. Y de repente se siente como un dios.

De ahí, que este señor funde luego una organización que se dedica a repartir abrazos gratis por todo el mundo.

Lo que me llamó la atención la primera vez que vi el vídeo promocional de la organización, no fue que alguien repartiera abrazos a los desconocidos, sino que lo hiciera gratis. (¿cómo iba alguien a cobrar por un abrazo?) Entonces después de la primera reacción (no olvidemos que la primera reacción suele ser la que cuenta, según dicen), pues eso, después de pensar que la gente por el mundo es muy rara, pensé si la rara no era yo.

Así que me puse a buscar imágenes y videos de abrazos. Me sorprendí. Yo nunca le había dado al tema la importancia que tiene. Hay todo un mundo hecho de abrazos. Poemas, canciones, cuadros, escenas de películas, escenas reales.

Puede que abraces para consolar a alguien, o en un reencuentro, puedes abrazar feliz o lleno de dolor, con curiosidad, con familiaridad, con amor, con miedo.

A veces un abrazo puede ser tan reconfortante como llegar a un portal en medio de una tormenta, o meter los pies en un río en verano.



Y lo más curioso es que viendo todos esos abrazos, empecé a relacionarlos con momentos de mi vida, con la gente que abraza bien, con la gente que no sabe abrazar, con los abrazos que te funden con alguien, con los que son incómodos y rígidos y pensé, que cuando abrazas de verdad a una persona, le das mucha información. De una manera absurda, poética y surrealista...le ofreces un poco de tu ser.

Así que la gente que ofrece “abrazos gratis” por la calle, son mucho más generosos de lo que pensé en un primer momento. Porque te ofrecen un poco de contacto, una oportunidad de conectar con piel, ropa, perfume, momento y alma de alguien extraño, de alguien con quien es posible que nunca vuelvas a coincidir, de alguien con quien es posible que nunca hables...pero durante un instante, durante un momento, alguien de quien no importa la edad, el físico, el sexo, la raza o la religión te ha ofrecido algo sin pedir nada a cambio... O puede que sí, al fin y al cabo, un buen abrazo es cosa de dos.



Un abrazo para ti, que me estás leyendo. De los sinceros.

lunes, 24 de enero de 2011

Alma.

¿Qué precio le pondrías a tu alma? ¿Te has planteado alguna vez qué le pedirías al diablo si te concediera lo que quisieras a cambio de ella?




En la ficción éste es un tema que siempre ha dado mucho de sí. Desde Fausto a los Simpson, todos se han sentido tentados a vender, a cambio de algo rápido y fácil.
Mi película favorita del tema, es la primera versión de “Bedazzled” con Peter Cook y Dudley Moore.



Pero haciendo un ejercicio de seriedad, me imagino con el maligno delante (por favor que se parezca a Peter Cook de joven que es la imagen mental que ya tengo en mi subconsciente, y así ya no me asusto)...ofreciéndome todo por mi alma. Y ahora es cuando tengo que pensar, ¿cuanto vale mi alma? ¿la utilizo mucho o poco? ¿tiene el alma que ver con la religión o es algo que va más allá? ¿Pesa 21 gramos?



Por partes: Creo que sentí la presencia de mi alma la primera vez que vi el mar. De pequeña. Y cuando vi la torre Eiffel, de mayor. Al oír los primeros compases de la orquesta en un teatro a oscuras, justo antes de abrir el telón. Al viajar sobre un colchón de nubes que cubría toda Europa cuando viajé a Ámsterdam. La primera vez que vi una estrella fugaz y creí que Asterix tenía razón y el cielo se nos caía encima.
Al ver los restos de un atentado y sentir los pelos erizados y el silencio en mayúsculas.



A lo mejor lo que llaman alma es esa parte de nosotros que nos hace sentir cosas imposibles de razonar.
A lo mejor es esa línea fina, que nos mantiene cuerdos en los momentos duros.

Eso me lo pone difícil a la hora de negociar con Peter Cook.

Por eso siempre me sorprende conocer a gente que ya ha vendido su alma a precio de ganga. Aunque claro, todo es cuestión de prioridades.

EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...