viernes, 17 de diciembre de 2010

Felices fiestas.

Todos esperamos que ocurran milagros. Aunque no creamos en ellos. Todos hemos pedido alguna vez un deseo a una estrella fugaz, a las velas del pastel de cumpleaños o tirando una moneda a una fuente.


Se me ocurre que cada año en diciembre la fe en los milagros se multiplica por el infinito. Puede que no seamos católicos y no pongamos un belén en nuestro comedor. Incluso puede que no adornemos nuestro balcón con lucecitas intermitentes y Papas Noel a punto de cometer un delito de allanamiento; pero seguramente hemos elegido el regalo que nos gustaría recibir, estamos a punto de ir a una cena de empresa o a una comida familiar, tendremos algún día extra de fiesta, y como mínimo, hasta el más anti-navidad acabará brindando por las fiestas.



Si pudiera medirse, seguro que el estado de ánimo de nuestro planeta a la hora de comer del 25 de diciembre sería optimista y esperanzado. Hasta al corazón más frío se le escapa una sonrisa. Con los tiempos que corren tendríamos que poder guardar un poco de este optimismo para todo el año. Toda esa buena energía...¿hacia dónde va?

Más allá de las listas materiales ¿qué son las cartas a los Reyes Magos o a Papá Noel si no que una lista de deseos?

Así, lo que es intangible se convierte en lo más importante.

Estas fiestas, no importa cuales sean tus creencias, deseo que vuelvas a creer en lo imposible, porque la Navidad al fin y al cabo es un estado de ánimo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Tiempo de elegir.

“El hombre tiene el derecho a votar, la mujer tiene el deber de votar”. Mi madre dixit. Desde que recuerdo haber oído hablar de elecciones, en mi familia siempre ha existido la obligación moral de ir a votar.

“Vota a quien tu quieras, pero vota”. Eso queda estupendo en el papel. Pero en la práctica me lo ponen difícil.

Primero, mi padre es ante todo un hombre político. Respeta a la gente que defiende sus ideas (Vale, los respeta mucho más si las ideas que defienden son parecidas a las suyas no nos vamos a engañar, pero a estas alturas...¿quién no?).

Yo me he dedicado a escudriñar los programas electorales. Aunque para ser realista, se que mi voto será de por vida genético, me imagino que si un día quisiera votar a las derechas las moléculas de todo mi ser, y la parte genética que he heredado de mi padre se revolucionaría y provocaría la autodestrucción., vaya cuadro, ahí con el presidente de mesa y los dos vocales mirando como mi papeleta flota en medio de una humareda negra... (¿alguien ha pillado la referencia de Lost?).

A lo que iba, he estudiado los programas, en serio, lo hago cada vez que vienen elecciones. Y he decidido que votemos a quien votemos nos espera un futuro más dorado que la diosa fortuna del anuncio de la lotería de navidad. Hay que ver la de mejoras que nos esperan. Yo creo que más que políticos en realidad son reyes magos encubiertos. Si es que en el fondo son todos buena gente. Vale que algún anuncio de algún partido político, que nos mete el miedo en el cuerpo (en plan si no ganamos viene el paro, el hambre, las barricadas, y lo que vendría a ser el fin del mundo...), pero yo estos me los salto, que a mi las películas de terror no me dejan dormir de noche.
La otra noche me quedé dormida con la tele puesta, en un debate pre-electoral, y soñé que llegaba a una ciudad del lejano oeste, (del americano, se entiende, no se me sitúen ahora en Badajoz y nos liamos) y en medio de la calle los vendedores de lociones milagrosas para el dolor, crecepelos y pomadas para alejar malos espíritus me perseguían intentado colocarme sus productos con más insistencia que los vendedores del Gran Bazar...



La verdad es que añoro la época en que creía en la política y en los políticos... y creía en ellos al mismo tiempo. Las charlas de café que duraban horas, arreglando el mundo, la pegatina de Nicaragua Sandinista en mi carpeta, al lado de la de Michael J Fox, la ilusión que me hizo la primera vez que fui a votar...que lástima que el tiempo me ha hecho creer en las cosas por separado: el sexo no siempre viene acompañado del amor, los buenos finales no son siempre los más felices (aunque yo los prefiero así) y aunque yo siga votando y la política esté muy bien, los políticos no tanto...

jueves, 23 de septiembre de 2010

En la carretera.

Siempre la misma carretera, larga, infinita, con algo parecido a un horizonte al final. Y yo, conduciendo hacia ninguna parte. Ha llegado el otoño, tendré que subir la capota. En la próxima gasolinera, lo haré. Fijo. Mis días de despreocupada felicidad parece que se acortan. Serán las siete de la tarde y la puesta de sol, cada día más puntual, ciega mis ojos. Es un aviso. Hay que parar y ver las puestas de sol. No lo dice tráfico. Lo digo yo.


En la radio ficticia de mi coche descapotable ficticio suena “Crossroads” de Robert Jonson. Subo el volumen. Me pregunto hacia dónde iré en el próximo cruce. Siempre había temido ir sin rumbo, me gustaba tenerlo todo planificado. Ahora no conocer el camino me produce esa dulce sensación de aventura. Cuidado. Es adictiva.

Casi al amanecer, paro en una ciudad. Es pequeña. Entro en un bar y me pido un café. El café te puede decir mucho de un lugar. Hay que poner cierto cariño al prepararlo. Ni muy denso, ni muy aguado. Si es demasiado fuerte, siento que se están metiendo conmigo, si es demasiado aguado siento que ni se han fijado en mi. Al salir del bar miro alrededor, unas niñas van al colegio, un remolino de carteras rosa con “Hello Kittys” que sufren el peso del saber. Los niños hoy en día saben mucho a juzgar por sus enormes mochilas. Cruzo mi mirada con una, va de la mano de su madre que tira de ella, cuando me mira, oigo un silencioso grito que pide ayuda. La niña mira con envidia a unos jubilados que están sentados aprovechando los rayos de sol de otoño. “Ellos no tienen que ir al colegio”. Los jubilados miran con envidia a los niños que van a la escuela. “Con toda la vida por delante, y les queda tanto por descubrir.”

Vuelvo a la carretera. Y sigo conduciendo. A veces el paisaje es tan increíble que tengo que parar y admirarlo. Las hojas que caen, los árboles de otoño mezclando amarillos y marrones con absoluta libertad. Me encanta esta época del año, la belleza nada sutil, el aire fresco que obliga a abrigarte por las noches, la luna llena de septiembre, la música...

Puede que algún día me quede en una de las ciudades que visito, y mire con envidia a los niños que tienen tanto que aprender; un día puede que me conforme con mirar el paisaje, pero de momento quiero formar parte de él.

Feliz otoño.

Robert Johnson- Crossroad

viernes, 16 de julio de 2010

Lo que pudo haber sido.

El calor del verano me ayuda a tumbarme ociosamente al sol del mediodía. Las altas temperaturas han castrado mis planes del verano perfecto. No he hecho kayak, ni canoa, ni he montado a caballo, simplemente, dedico las horas muertas a leer, escuchar música y secarme el sudor. Pruebo nuevos cócteles por las noches, o quedo con alguien para tomar una caña. A mi alrededor, las mesas están llenas de gente. ¿Qué tipo de verano habrán imaginado ellos durante el largo y crudo invierno? Dudo que nadie soñara pasar julio y agosto tomando cañas y abanicándose a mi lado. Cuando estoy sola en alguna terraza intento escuchar las conversaciones de mis vecinos. Vacaciones que han acabado o planes para vacaciones que acaban de empezar, horarios de los niños en las colonias, quedamos en la piscina mañana, ¿alguien puede quedarse con mi gato una semana?, no, con tus padres otra vez no, somos campeones, que lejos queda septiembre....


Una frase me ha llamado hoy la atención... "¿tu te imaginabas que esto era así?".

Yo quería acercarme a la mesa de la pareja que estaba hablando y decirles... "Yo no. Yo siempre he soñado que mi verano tiene banda sonora, está editado por un profesional de la publicidad y además uso unos vaqueros de la talla 38". Claro que a lo mejor, estaban hablando del cruasán o del café o del hotel o de la blusa de ella.

Es lo malo de los desconocidos, que nunca sabes si soñarán lo mismo que tú.

domingo, 13 de junio de 2010

Amigos.

Valoro mucho la amistad. Soy de las fieles. De las que cree que un amigo sí es un tesoro, y que la amistad es como una planta que hay que cuidar, porque si no, muere. Durante la vida se tienen pocos amigos de verdad. De esos que si una noche vas a su casa con un saco y les pides que te ayuden a enterrarlo, no te hacen preguntas y conducen hasta New Jersey con un par de palas en el maletero. Vale, eso no me ha pasado, pero nunca se sabe.
Digamos que mis amigos han estado allí cuando me costaba sonreír, y algunos han logrado el milagro. He compartido buenos y malos momentos. He aconsejado y me han aconsejado, a veces delante de un bourbon, a veces delante de un café con hielo. Incluso cuando estaba de viaje, a veces he pensado, esto le encantaría a fulanito, le tengo que decir que venga...Vamos, que mis amigos son parte esencial de mi vida.
Pero, ¿qué pasa cuando la química desaparece? Y no hablo de amor, que conste. En la amistad también se necesita química.
Pero a veces, sin más ni más, las llamadas se van espaciando, ya no te ves nunca y siempre te despides con la misma frase. “A ver cuando quedamos”.
Alguien me dijo, que cuando un amigo no te aporta nada es mejor renovar las amistades. No puedo estar más en desacuerdo. Un amigo no tiene porque aportarte nada. Está ahí. Con una pala. (Vale, dejo el tema de la pala, pero es que estaba mirando “los Soprano”).
Pero volvamos al tema. A veces, en medio de una conversación te das cuenta de que hay un muro de cristal que atenúa el sentido de las palabras, o que hay más tópicos y frases hechas de los que se pueden aguantar en una charla. Entonces, debes hacerte unas cuantas preguntas. ¿Desde cuando está ahí ese muro? ¿Vale la pena derribarlo? ¿En el otro lado estarán intentando derribarlo también o sólo estás tu dando cabezazos contra la pared?
Tu eliges. Yo de momento me quedo con los buenos momentos pasados con esa persona, y si bien me da pena, seguiré caminando, aunque tenga que ir mirando el muro de vez en cuando por si hay una rendija. Nunca se sabe.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Sentir

Hay cierto protocolo a seguir al leer un cuento de hadas. Al igual que al ver una película, una serie de televisión o leer un libro. Todo tiene su ritual. Primero hay que ser plenamente consciente de que todo puede suceder. Después hay que ser valiente y dejarse llevar por la historia. Y siempre hay que empatizar con los personajes.
De pequeña, yo empecé a identificarme con la princesa del cuento. Pero me duró poco. El príncipe era quien corría las aventuras, montaba a caballo y conocía países lejanos. Cuando ya fui un poco mayor entendí que quien yo quería ser era el hada madrina o la bruja. ¿Por qué? Pues porque ellas eran las conocedoras de los secretos. Ayudaban, guiaban (para bien o para mal) a los personajes de la historia. Y siempre parecía que sabían algo que no contaban.
En pleno nudo de la historia, ya posicionados, apoyando a nuestro bando, sabemos que todo terminará bien, pero aún queda la batalla final. Y por supuesto, estamos nerviosos. Ansiosos por entrar en combate, curiosos por conocer nuestro destino.
El desenlace. El hada ayuda al bueno. El príncipe salva a la princesa y se casan. Los malos mueren o se arrepienten. Todos esperamos eso.
¿Qué ocurre cuando los finales nos sorprenden? Cuando los buenos no son tan buenos, cuando los malos sólo son fieles a ellos mismos y actúan según las circunstancias.
Series como "Los Soprano" y esta misma semana "Perdidos" terminan diferente. No nos mastican el "Happy End" al que estábamos acostumbrados. No hay "Deus ex machina". A veces los malos quizá no son tan malvados, (para juzgar a alguien deberíamos caminar mil pasos con sus zapatos como dice el sabio). En algunas ocasiones los buenos mueren.
Ya lo dijo Virginia Woolf. El poeta debe morir. Y es que a veces, esa es la única manera de que los que quedamos aquí, apreciemos la vida.
Aún quedan muchos cuentos de hadas por vivir. Algunos acabarán bien, otros no. Mi consejo es que te embarques en otra aventura. Elige ser príncipe, pirata, princesa, bruja o mafioso. Libra batallas. Gana y pierde. Lee, mira, llora y ríe. Siente. Vive todas las vidas que la ficción te ofrece. 
Al final, sin darnos cuenta, la ficción se pega un poco a nuestra alma, y eso la hace grande.

viernes, 14 de mayo de 2010

Primavera

Ayer en una tienda una mujer mayor dijo "Esta sí es una primavera como las de antes". Las primaveras de "antes", eran como un lento proceso que te trasladaban del crudo invierno, al despreocupado y feliz verano.
Yo recuerdo que de niña, tenia ropa de entretiempo, ropa que al ponértela te daba cierta alegría. En abril guardabas el abrigo y la bufanda, el día se alargaba y sabías que el curso terminaría pronto. Las chaquetas de punto te prometían largas tardes de no hacer nada, de jugar en la calle, de series en la tele después del telediario, del almendrado de frigo que me compraba mi abuela los domingos...
La primavera de transición había ido desapareciendo. Un poco como en mi vida, o hacía frío, o hacía calor. Pero este año, el cambio climático, los volcanes islandeses, o lo que sea, me han vuelto a regalar ese tiempo de reflexión. Unos días imprevisibles, donde por la mañana no sabes si coger las gafas de sol o el paraguas.
La lección de la primavera, es que no importa lo preparado que vayas, siempre puede sorprenderte una tormenta, supongo que el secreto es resguardarse bajo un balcón y disfrutar del paisaje. El verano pronto llegará.

miércoles, 28 de abril de 2010

Tempus fugit.

¿Tiempo perdido o tiempo invertido?
De pequeña me leí un libro de Michael Ende,  "Momo"; en él aparecían los señores de gris que se dedicaban a robar el tiempo, cogían el tiempo de las personas y lo ingresaban en una cuenta que podías cobrar más adelante... por supuesto nunca llegabas a cobrarlo ya que te faltaba tiempo para disfrutar del tiempo que habías ahorrado...¿Se entiende?
Me doy cuenta que hoy los señores vestidos de gris, sin que nadie se de cuenta, han ganado la partida.
Así que yo he decidido por mi cuenta declararles la guerra, y me he obligado a derrochar el tiempo en cosas bonitas, inútiles y si puede ser nada provechosas.
Esta mañana por ejemplo, he visto como salía el sol. Ver amanecer es un pequeño lujo de tiempo que todos deberíamos permitirnos alguna vez, así que recomiendo que en cualquier lugar en que te encuentres, un poco antes del alba sal de paseo, abre el balcón o sube la persiana...y disfruta de la luz.Como dice la canción: "Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así."

jueves, 22 de abril de 2010

El video de la película.

Principio.

Cosas que hacen que la vida valga la pena.
Frase que he sacado de una película de Ana Belén y Eduard Fernández, con una excelente banda sonora.
Pero esta frase es para mi algo más, casi una religión, porque al final la vida es esto, una suma de momentos, nosotros decidimos si valen o no la pena.

Este espacio nace de la necesidad de comunicación. De momento yo tengo esta necesidad, si tu también la tienes siéntete libre de comentar lo que quieras.

Si estás leyendo esto, es que o eres amigo mío o eres de mi familia, si no estás en ninguno de los grupos anteriores, saludos desconocid@, ;).

EL CREADOR DE DISTOPÍAS

  Tengo un amigo que ama las distopías. Escribe sobre ellas y parece que todo lo analiza con precisión quirúrgica, cuando lo imagino delante...